RELATIVISMO CULTURAL
El relativismo cultural sostiene que todas las culturas son iguales, que valen lo mismo.
Cada sociedad, cada cultura es absoluta y no se puede comparar con ninguna otra, porque cada una de ellas tiene sus valores propios, mientras que el pluralismo lo que defiende es que hay una pluralidad de culturas pero que unas son mejores que otras y que dentro de cada cultura puede haber diferencias internas.
La defensa indiscriminada de la diversidad cultural es presentada a menudo como una forma de combatir el imperialismo, promover la tolerancia y propiciar el igualitarismo entre las culturas.
Pero el culto a la diferencia es conservador, de derechas y fomenta la discordia entre los pueblos. Porque aunque aparentemente coloca a todas las culturas en el mismo plano, los valores de cada cultura terminan siendo absolutos y sin posibilidad de ser discutidos desde la racionalidad.
Están fuera de toda critica.
Por tanto, aunque el relativismo cultural sea una manera científicamente aceptable de referirse a las diferencias culturales, no constituye la única actitud científicamente admisible.
El relativismo pone en cuestión los derechos del hombre y eso nos llevaría a pensar que tradiciones como la ablación del clítoris, el canibalismo, la lapidación o la pobreza son rasgos culturales dignos de ser conservados como logros valiosos.
Los nativos de estas culturas pueden considerar que estas practicas son una parte irrenunciable de su identidad cultural y los intentos de combatir estas tradiciones, como actos de imperalismo cultural destinados a destruir su identidad.
Estas practicas y muchas otras atentan contra los derechos más elementales de las personas.
Existen unos derechos éticos universales por encima de las construcciones culturales.
Por tanto, todas las culturas que mantienen estas prácticas no son dignas de respeto porque no contienen valores defendibles. El respeto por la integridad humana impide respetar cualquier pauta intercultural.
Es verdad que estos principios chocan con normas morales vigentes en muchas culturas, incluidas la nuestra, pero podríamos considerar que mientras que las normas éticas son consustanciales a todas las personas, las normas morales son solo inherentes a cada cultura.
También la ciencia podría englobarse dentro de este planteamiento, pues el conocimiento también debe adquirir categoría de validez universal. Aunque las bases de la ciencia hayan partido de una cultura concreta, una vez constituida es universal y por tanto no forma parte de una cultura. Y debe ser común a todos los pueblos.
Cada sociedad, cada cultura es absoluta y no se puede comparar con ninguna otra, porque cada una de ellas tiene sus valores propios, mientras que el pluralismo lo que defiende es que hay una pluralidad de culturas pero que unas son mejores que otras y que dentro de cada cultura puede haber diferencias internas.
La defensa indiscriminada de la diversidad cultural es presentada a menudo como una forma de combatir el imperialismo, promover la tolerancia y propiciar el igualitarismo entre las culturas.
Pero el culto a la diferencia es conservador, de derechas y fomenta la discordia entre los pueblos. Porque aunque aparentemente coloca a todas las culturas en el mismo plano, los valores de cada cultura terminan siendo absolutos y sin posibilidad de ser discutidos desde la racionalidad.
Están fuera de toda critica.
Por tanto, aunque el relativismo cultural sea una manera científicamente aceptable de referirse a las diferencias culturales, no constituye la única actitud científicamente admisible.
El relativismo pone en cuestión los derechos del hombre y eso nos llevaría a pensar que tradiciones como la ablación del clítoris, el canibalismo, la lapidación o la pobreza son rasgos culturales dignos de ser conservados como logros valiosos.
Los nativos de estas culturas pueden considerar que estas practicas son una parte irrenunciable de su identidad cultural y los intentos de combatir estas tradiciones, como actos de imperalismo cultural destinados a destruir su identidad.
Estas practicas y muchas otras atentan contra los derechos más elementales de las personas.
Existen unos derechos éticos universales por encima de las construcciones culturales.
Por tanto, todas las culturas que mantienen estas prácticas no son dignas de respeto porque no contienen valores defendibles. El respeto por la integridad humana impide respetar cualquier pauta intercultural.
Es verdad que estos principios chocan con normas morales vigentes en muchas culturas, incluidas la nuestra, pero podríamos considerar que mientras que las normas éticas son consustanciales a todas las personas, las normas morales son solo inherentes a cada cultura.
También la ciencia podría englobarse dentro de este planteamiento, pues el conocimiento también debe adquirir categoría de validez universal. Aunque las bases de la ciencia hayan partido de una cultura concreta, una vez constituida es universal y por tanto no forma parte de una cultura. Y debe ser común a todos los pueblos.
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